Día agotador, como la mayoría. A eso de las 5 de la tarde por fin me siento en el sofá, mientras le pongo a John el CD que me ha pedido. A través de la puerta trasera se ve el jardín, de un verde intenso iluminado por un sol radiante. La cuerda que atraviesa en diagonal, con una vara en medio para mantenerla en alto, sostiene la sábana blanca y algo más de colada. El viento la levanta con cuidado, separándola del árbol sin hojas.
El CD empieza a funcionar y suena El Concierto de Aranjuez de J. Rodríguez.
Veo a Gael asomado a la valla de madera, mirando a los niños del jardín contíguo. Anabel se le acerca para que hable con ellos. Pablo se mete conmigo por la cara de boba que se me queda. Mi padre hace que me fije en ese giro musical concreto y me pregunta por la flauta. Mamá le comenta a Rosa lo sencilla que es la idea de la vara. Rosa se acaba de fijar en el comedero para los pájaros que he rellenado esta tarde. Antía e Iria hablan entre ellas, observando de reojo la escena. Miguel se ha quedado en mi colo, mirando para fuera y ensimismado por la música.
No saqué foto, sólo disfruté del momento. Creo que me va a pasar como en la azotea de La Pedrera de Gaudí en Barcelona escuchando la BSO de Amelie de Yann Tiersen, que se me ha quedado en la memoria como uno de esos momentos mágicos.
El CD empieza a funcionar y suena El Concierto de Aranjuez de J. Rodríguez.
Veo a Gael asomado a la valla de madera, mirando a los niños del jardín contíguo. Anabel se le acerca para que hable con ellos. Pablo se mete conmigo por la cara de boba que se me queda. Mi padre hace que me fije en ese giro musical concreto y me pregunta por la flauta. Mamá le comenta a Rosa lo sencilla que es la idea de la vara. Rosa se acaba de fijar en el comedero para los pájaros que he rellenado esta tarde. Antía e Iria hablan entre ellas, observando de reojo la escena. Miguel se ha quedado en mi colo, mirando para fuera y ensimismado por la música.
No saqué foto, sólo disfruté del momento. Creo que me va a pasar como en la azotea de La Pedrera de Gaudí en Barcelona escuchando la BSO de Amelie de Yann Tiersen, que se me ha quedado en la memoria como uno de esos momentos mágicos.